Más que absolutamente modernos (Baudelaire) y actuales, actualizarnos a lo intempestivo. El oficio de hacerse a uno mismo, elaborar un horizonte propio de sentido, en el que no esté fuera de lugar estarlo del tiempo presente (limitado, condicionante y condicionado).
No es la "historia de las soluciones", sino "la genealogía de los problemas. No todo es malo, sino peligroso". Pero como tal, susceptible de mejora. Y ello exige "problematizar" lo evidente. Así como hacer evidente lo problemático de nuestra actualidad presente, valga la redundancia...
La "actualidad" me parece un entretenimiento y distracción insana... No nos deja pensar críticamente sobre la propia vida... Cuesta abandonarla...
Desengancharse, desconectar de la adicción al tiempo presente, o situarse más allá de él... Es una discusión permanente con un compañero acerca de la literatura y la cultura en general... Coetáneo vs. intempestivo... ¿Por qué ceñirse a aquello actual, o pasado inmediato, por el mero hecho de coincidir en el tiempo? ¿No es mejor criterio la calidad en si, fuera del tiempo, momento o consideraciones cronológicas... así como geográficas?
Alfred
La producción cultural actual es mayoritariamente basura, una amalgama de capturas de ideas anteriores... ligada al sistema de producción (de conocimiento) capitalista... Producir, consumir/ganar, excretar, producir, consumir/ganar...
Y producto... Iba a decir de consumo, pero a menudo ni eso... Mera acumulación y status cultural...
Sobre ese sistema de producción cultural -ligado al mantenimiento de les clases sociales (desigualdad)- hablaba Bourdieu...
En su crítica de la cultura,
BourdieuPierre-Félix Bourdieu (Denguin, 1 de agosto de 1930 – París, 23 de enero de 2002)
señala que la distinción cultural no es más que una forma encubierta de dominación, a la que denominó complicidad ontólogica entre el campo social y el
habitus. El
habitus es la subjetividad socializada, la forma en que las estructuras sociales nos condicionan. El habitus de clase sería la posición del agente dentro de la estructura de una clase social, base de nuestras acciones y origen de nuestras decisiones. Por ello las personas de determinadas clases sociales comparten los mismos gustos que aquellos que se encuentran en su mismo habitus social, estas
afinidades electivas.
¿Nos encontraríamos determinados? Condicionados más bien. En el "juego social" existen ciertas reglas y casillas por las que desplazarse, según el color de la ficha con la que nos toca jugar. Ello nos limita, no obstante decidimos nuestros movimientos... Competimos en ese tablero, desconociendo del cierto las normas -sus trampas- y los límites del propio juego; así como nuestra condición de fichas.
La clase hegemónica se perpetúa en el campo económico, pero se "legitima" en el campo cultural.
El
objeto artístico existe sólo en la creencia colectiva de quienes lo reconocen como tal. "El arte no existe", sino como producciones legitimadas, promovidas por los grupos hegemónicos, que tratan de salvar su posición de campo en el tablero social por el gusto de la
acumulación de estética.
Para Bourdieu la
opinión pública (y por ende el criterio cultural en si mismo) no existe, ya que ésta se encuentra manipulada y es explícitamente formulada por grupos de poder, que a través de los medios de comunicación imponen sus intereses (de campo social, de poder y dominación) en la escena pública; imponer la ilusión de que existe una opinión pública como agregación de opiniones individuales, una opinión media (que no es de nadie en concreto).
Sobre el problema de la actualidad, Foucault habla de presupuestos epistemológicos para "conocer", estudiar...
Foucault pretende dar cuenta de la condición humana en la modernidad, hacer un
diagnóstico del presente -"nuestro más actual pasado"-, ese limitado fragmento de realidad, aquello que somos ahora (es decir: decimos, nuestros decires), no para elaborar un perfil de aquellos que somos, sino para comprender cómo podríamos estar siendo de otra manera, es decir, como condición para el ejercicio de nuestra libertad (más allá de esos condicionamientos, prejuicios y predisposiciones; o el color de nuestra ficha, y aquello que comporta).
La paradoja de la modernidad: la esperanza del incremento sin límites de la capacidad técnica de actuar sobre las cosas e incidir (positivamente) sobre la realidad, el desarrollo de conocimientos y tecnologías, en aras de una presunta mayor libertad...
Ese auto-conocimiento en un presente rabiosamente "actual", ¡NUEVO!, ¡NOVEDAD!, no es lo mejor ni la única región histórica... Conveniente pues, cierto alejamiento de
aquella noción de modernidad que asume la actualidad como lo deseable, lo necesario, lo más evolucionado, lo único digno de ser visto y producido, dicho y hecho; una actitud -más que doctrina o manual de instrucciones- crítica sobre lo que somos, conciencia de nuestra posición (y habitus), nuestros límites y relación con la actualidad, precisamente para imaginarlo de otro modo y (así, y sólo a partir de ello poder realmente) transformarlo; construirnos sobre la posibilidad de su superación creando
nuevas formas de subjetividad. Superación, fuera certezas y falsas seguridades, de eso que somos, y de la dicotomía meramente cronológica: moderno/antiguo. No se trata de fragmentos históricos opuestos, futuro, pasado, sino de actitudes presentes (literalmente, y en todos los sentidos -y tiempos-).
Más que absolutamente modernos (
Baudelaire) y actuales, actualizarnos a lo intempestivo. El oficio de hacerse a uno mismo, elaborar un horizonte propio de sentido, en el que no esté fuera de lugar estarlo del tiempo presente (limitado, condicionante y condicionado).
¿La trampa o contradicción (que
Habermas detecta)? Dicho auto-conocimiento crítico es auto-referencial, y condicionado por nuestras trayectorias vitales y entorno. Juzgar etapas históricas desde el criterio y punto de vista actual, del cual resultamos, queramos o no, producto y reproductores del mismo, necesariamente comporta un sesgo que condiciona nuestro análisis. La respuesta nos la da el propio
Foucault:
"Sé muy bien, y creo que lo sé desde que era niño, que el conocimiento no puede aportar nada a la transformación del mundo... Pero si tomo en cuenta mi experiencia personal, tengo la percepción cabal de que no se puede hacer nada por nosotros, y que el poder político nos puede destruir. Ni todo el conocimiento del mundo puede alterar eso. Esto no se relaciona con mi pensamiento teórico (sé que está equivocado), sino con mi experiencia personal."
No es la "historia de las soluciones", sino "la genealogía de los problemas. No todo es malo, sino peligroso". Pero como tal, susceptible de mejora. Y ello exige "problematizar" lo evidente. Así como hacer evidente lo problemático de nuestra actualidad.
Y evidentemente, en ello estamos.
Es otra forma de alienación... La actualidad es el opio del pueblo...
Adictos por costumbre, acostumbrados a "lo nuevo" como concepto prioritario y absoluto... La necesidad de producir y consumir actualidad, novedad en si misma, al margen del propio contenido...
Sagarra tiene un artículo buenísimo al respecto, "Mediocridad y confusión"... Si quieres leerlo, lo incluí en un post...
El fin de la Cultura, ¿cual es (quién y cómo ha sido)?
Ay qué triste... :(
Tenemos aún un pequeño refugio... inabastable, enorme por descubrir... La huida o el retiro (de la actualidad, de aquello coetáneo -por el mero hecho de serlo-, de la novedad en si misma). Decadentes nos llamarían...