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Diccionario sin comentarios XVIII. orgullo y prejuicio

Indignación: Contrariarse en exceso, tener excesivo buen concepto de uno mismo (y orgullo en demasía). Excederse en el enfadado (y parecer tonto). Nada hay más ridículo que la indignación... Bueno sí, el orgullo innecesario.

Orgullo: Innecesario. Las personas -humanas en concreto- suelen enorgullecerse de aquello que no han escogido. Y si no lo han escogido, es mérito suyo o de su esfuerzo personal... ¿porqué están orgullosos?.. De la misma forma... ¿Porqué se averguenzan de lo que no es culpa suya, de lo que no resultan ser causa, de lo que no pueden escoger ni han elegido?

Dado la mayor parte de las cosas nos viene dadas –nos las quitan o vienen de serie, o en serie como un asesinato-; las que hacemos -a lo largo y ancho de nuestras vidas –y el resultado que obtenemos- poco depende de nosotros, y demasiado a menudo de circunstancias ajenas a nuestra voluntad, deseos, conocimientos, eficacia, destreza... el margen para el orgullo resulta francamente estrecho, es decir... eso... Innecesario.




Vergüenza: La vergüenza excesiva supone un serio lastre personal. La falta de vergüenza en cambio, habitual en políticos, mimos y un par que yo me sé, representa una pesadez y amenaza para todos los demás.

Resulta sumamente curiosa la denominada vergüenza ajena, que consiste en sentir como propia la que el otro no siente... Curiosa curioso, sí sí... Sin embargo el orgullo ajeno por un ser querido, que aquel/aquella/aquellos a quien queremos se sientan orgullosos de uno... Bufff... Creces un palmo (pero hacia dentro, buffff... y a lo ancho).

Prejuicio: Error procesal, independientemente del resultado final, que invalida el mismo... resultado final, proceso inicial y persona que juzga en todo momento. Consiste en tomar como norma a la excepción para condenar de antemano a toda la regla... Siempre y cuando se trate de negros, moros, mujeres, gordos, calvos, rubias, enanos, catalanes, republicanos, guapas, orientales...

... feas, españoles, altos, morenas, peludos, delgados, hombres, judíos, blancos, occidentales...

Vanidad: Todo. Fondo de armario del orgullo.

Presumir: Distracción. Ocultar una serie de graves defectos con la ridícula excusa, exhibición pública y singular pretexto de alguna insignificante excepción, habitualmente física, cuyo mérito cabría otorgar a la genética de sus congéneres, o de valor, por supuesto económico.

Alabar: Lo que deberían hacer nuestros putos novios, maridos, hermanos, padres, abuelos y machos varios que pululan por nuestras putas vidas tocandose los putos cojones todo el puto día sin pegar un palo al agua ni coger el mocho en su puta vida. Y encima se quejan.

Decía La Rochefoucauld –y decía bien,al menos todo lo que escribió y yo he leido-, que rechazar un elogio es el deseo de ser adulado dos veces. No obstante olvidó mentar –o al menos escribir o yo he pasado por alto y bajo leer- la intención, voluntad no explícita del primero de que el mismo le sea devuelto. Nada más obsceno que un diálogo de piropos mutuos... Sobretodo si eres un tercero y ajeno espectador del cual no dicen nada...

De rechazar un elogio resultarás pedante y engreido. De devolverlo un falso adulador. De aceptarlo un creído de mierda. Así que casi mejor no hacer nada digno de admiración, que hay mucho envidioso y pesao que te dice cosas bonitas.

Engreido: Orgulloso con pedigree. Creido de derechas.
02 Jun 2006 por Alfred


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