La transparencia del mal
De la necesidad de leer, y de una relectura de Jean Baudrillard
Escribía
Baudrillard en su ensayo “La transparencia del mal”, a propósito de los fenómenos extremos, que si algo caracteriza a nuestra sociedad actual es la “disolución”, el “desplazamiento” y la “ausencia”... “Disociación” de conceptos... conocidos por todos, dados por supuestos, claramente identificables... Pero no tanto...
Vivimos en la reproducción indefinida de ideales, de fantasías, de imágenes, de sueños que ahora quedan a nuestras espaldas y que, sin embargo, tenemos que reproducir en una especie de indiferencia fatal. Sólo nos resta hiperrealizarlas en una simulación indefinida
Con esa prosa fatal a la
Cioran,
Artaud o
Bataille, Baudrillard lo denomina “Desmultiplicación por contigüidad”... O todo es una metáfora, una parodia de si mismo, la cual ha perdido su remitente y deviene incapaz de definirse a si misma, de reconocerse incluso.
Cual metástasis, el sexo está en otra parte, y en él ya sólo nos excita la evocación de algo ajeno al mismo, la parte por el todo, el fetiche, la simulación, lo extremo y la busqueda de otra cosa (mariposa)... Algo tan profundo como el sexo se ha vuelto superficial... El deseo está desplazado y tan sólo a través de “lo raro” y “desviado” pretendemos escapar a la insatisfacción, en un fenómeno condenado ya de por si a resultar esencialmente insatisfactorio (porqué no decirlo).
Cuando las cosas, los signos y las acciones están liberadas de su idea, de su concepto, de su esencia, de su valor, de su referencia, de su origen y de su final, entran en una autorreproducción al infinitó* Las cosas siguen funcionando cuando su idea lleva mucho tiempo desaparecida. Siguen funcionando con una indiferencia total hacia su propio contenido.
¿Resultado de dicha “disolución”?... El desplazamiento... Ausencia de sexo en el sexo... De la moda en la moda del arte en el arte... Todo es arte todo es sexo todo es... menos el sexo que no es sexo ni la moda la literatura ni el arte, arte... Todo cuela todo vale.
Ya no existe vanguardia política, sexual ni artística que responda a una capacidad de anticipación y, por consiguiente, a una posibilidad de crítica radical en nombre del deseo, en nombre de la revolución, en nombre de la liberación de las formas. Este movimiento revolucionario ha pasado. El glorioso movimiento de la modernidad no ha llevado a una transmutación de todos los valores, como habíamos soñado, sino a una dispersión e involución del valor, cuyo resultado es para nosotros una confusión total, la imposibilidad de reconquistar el principio de una, determinación estética, sexual o política de las cosas.
Y así desglosa Baudrillard, desmonta uno por uno, cada uno de esos temas que tanto interesan a pequeños y mayores... No olviden este verano calentarse (aún más) la sesera con un sesudo ensayo filosófico... Siempre pueden resguardase de la solana con él.
Cualquier «transparencia» plantea inmediatamente el problema de su contrario, el secreto. Es una alternativa que no depende en absoluto de la moral, del bien y del mal: existe lo secreto y lo profano, o sea, otra distribución de las cosas. Determinadas cosas jamás serán ofrecidas a la vista, se comparten en secreto de acuerdo con un tipo de intercambio diferente de aquel que pasa por lo visible. Cuando todo tiende a irse al lado de lo visible, como ocurre en nuestro universo, ¿qué ocurre con las cosas que antes eran secretas?
Se convierten en ocultas, clandestinas, maléficas: lo que era meramente secreto, es decir, propicio a intercambiarse en secreto, se convierte en el mal y tiene que ser abolido, exterminado.
Pero no es posible destruirlas: en cierto modo, el secreto es indestructible. Entonces será demonizado y atravesará los instrumentos utilizados para eliminarlo. Su energía es la energía del mal, la energía que proviene de la no unificación de las cosas, definiéndose el bien como la unificación de las cosas en un mundo totalizado