25 de agosto de 1945. Nueve en punto de la noche
A mi padre y a mi madre.
Por favor, perdónenme por haber fracasado en el momento de dar cumplida realización a los deberes que exige la piedad filial. Justo en el momento en que estaba preparado para ser un buen hijo, voy a morir.
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Pronto llegará el otoño y volverán a escuchar el zumbido de los insectos, pero, por favor, cuando el invierno vacíe de vida el bosque, no lloren, ni siquiera entonces. No importa qué momentos difíciles afronten, les imploro que realmente cuiden su salud y vivan con firmeza y convicción.
Nuestro barco no ha partido de Takao debido al mal tiempo y a las pésimas condiciones en que se encuentra el casco. Esta horrible vida a bordo, imposible de explicar a quien no la haya sufrido, se ha prolongado durante tres semanas. Es una existencia de extrema desolación y rudeza, sobrellevada entre miedo, incertidumbre y olores nauseabundos. Algunos caballos han muerto ya, y los hombres están empezando a enfermar.
Mi lucha por mantener una vida independiente mientras continúo mi búsqueda de belleza y verdad es en realidad verdaderamente patética, una guerra en si misma.
Algunos soldados se tambalean a mi alrededor como demonios errantes; otros gritan y rugen como animales cebados. En medio de condiciones que suprimen cualquier atisbo de humanidad y sensibilidad, yo, el muchacho anhelante, continúo buscando amor, y con el corazón esperanzado recuerdo las montañas y los ríos del hogar, y los rostros de mis padres y de mi esposa.
Sinceramente os deseo salud y felicidad.
22 de abril de 1946
He conseguido este libro por casualidad poco antes de mi ejecución, y mi deseo es leerlo antes del final. Recuerdo cuándo lo estudié por primera vez. Fue hace cuatro o cinco años, en la facultad; y ahora lo descifraré bajo la sombra del patíbulo, en una cama de cemento, pensando en mi hogar, que está tan lejos, y dándole vueltas a mi pasado. A pesar de que en breve voy a morir ahorcado, es bueno reflexionar una vez más sobre cómo me he sentido atraído siempre hacia la búsqueda del conocimiento y de la verdad.
Cuando leo un libro como éste, experimento un auténtico placer que brota de mi interior. Aunque fuera a morir en el cadalso mañana, me sumergiría en el libro con un interés insaciable. Ésta será la tercera vez que pase a través de él.
Voy a transcribir, de forma fragmentaria, mis pensamientos acerca de mi muerte. Y ya que no se me permite escribir sobre papel, no tengo otra opción que utilizar los márgenes del libro.
He sido condenado a pena de muerte: ¿qué persona ha vaticinado alguna vez un final como éste para sí misma?
¿Quién podría haber predicho mi destino, abandonar este mundo en mitad de mis estudios, antes de cumplir los treinta años? Mi vida ha sufrido muchas sacudidas, pero en esta ocasión la turbulencia es tan violenta que voy a perecer en ella. De alguna manera es como si leyera una novela. Y sin embargo, desde que asumí que éste iba a ser mi destino, percibí una definitiva sensación de resignación. Y luego, al cavilar que incontables personas, como yo, habían sido sacrificadas entre bambalinas en cada momento determinante del pasado, tuve la extraña impresión de que mi muerte, que en apariencia es un sinsentido, puede responder a los dictados de la Gran Historia.
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Moriré con dignidad. Cuando todo está dicho y hecho, no existe una prueba mayor en la vida de un ser humano.
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Por favor, recuérdenme, aunque sea motivo de tristeza. Pero, por encima y a pesar de todo, traten de transformar esa tristeza en el valor y la fuerza necesarios para seguir adelante con su vida.
Mi muerte está fijada para el 23 de mayo de 1946.
No hay nada más que escribir. Definitivamente voy a morir. Por favor, cuídense. Adiós. Adiós.
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[Poemas escritos media hora antes de la ejecución]
No siento miedo ni tristeza,
me envían a morir,
con la imagen de mi Madre riendo en el corazón.
El viento cesó y dejó de llover.
Mañana refrescará.
Con el Sol matinal iluminándome, me dirijo a la horca.
Article de 2015 / Per #alfrediniesta