Quizás si hubiese regalado –literalmente, como Tristan Corbiere- un corazón a mi último “intento” -en mi penúltima ilusión-, al menos ahora podría reirme un rato largo, pues ya temía de antemano lo que luego pasó... ¡Fatalista que es uno!, y lo que es peor, luego resulta que estoy en lo cierto y me confirmo como vidente... ¡Bah!, qué le vamos a hacer si las cosas siempre me dan la puta razón... y algunas personas se empeñan en colaborar para que así sea, y en confirmar mi premonición... ¡que alguien me desmientaaa! La mano en el corazón siempre la llevo, pero debo descuidarme pues me roban la cartera y cuando hecho mano al bolsillo ya es tarde, y aprovechan para sustraerme también el motor... ¡Le falla el aceite!, me dice el copiloto... Para much@s quizás resulta un complemento, horchata en las venas de regalo... Para otr@ viene de serie... La garantía caduca, los delitos prescriben, y yo no voy a pilas ni soy eléctrico, un diesel quizás... Tampoco lo encontraría demasiado a faltar... esas taquicardias, recuerdos y suspiros; angustias y desengaños, ¡fshhh, fhhhs, fhhhhhs!...¡alehop!, desaparecieron como las burbujitas efervescentes del analgésico...
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