X buscaba el sentido de su vida... Se agotaba muy pronto cuando estaba de pie, no sabía como colocarse de forma cómoda, literalmente y en todos los sentidos; donde apoyarse diagonalmente hablando, y la posición horizontal le producía fuertes y culpables dolores de espalda. Salía de vez en cuando, paseaba sin rumbo... por ningún sitio lo encontraba, ningún indicio, ninguna pista que lo acercase a él. Preguntaba a sus compañeros por el suyo, y nadie sabía que responderle, o las explicaciones que le daban resultaban poco convincentes; sonaban a excusas, al fin y al cabo pensó, para librarse de él y su malditas preguntas. Consultó en libros de filosofías diversas, a cual más extraña y desasosegante; nada que parecía servir para los demás funcionaba con él. Qué creer, a ciegas pero sin fe necesaria, benévola y amablemente; qué lugar, dónde ir, empapelar o pintar, qué color elegir; estirarse definitivamente o ponerse en pie de una vez, no recordaba el momento concreto en que lo perdió, o si alguna vez lo tuvo. Fueron pasando los días hasta que uno de ellos le susurró al oido en forma de segundo... .... Sus mofletes se hincharon, esbozando una leve y cómplice sonrisa; sus ojos tuvieron tiempo de ver, por breves instantes, la luz de unos faros acercándose rápidamente en sentido contrario, y cerrarse, ahora sí, definitiva y serenamente.
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