No entiendo nada. Y lo más preocupante es que me cuesta hacerme entender. Quizás aún más que ya ni me preocupe este hecho. El lenguaje es tan impreciso, abstracto y baldío, que resulta inútil hablar sencillo, por llamarlo de alguna manera con palabras... No hemos acostumbrado tanto a hablar con segundas y terceras para comunicar lo que realmente creemos que pensamos, y producir así el efecto en que queremos creer, que del hecho a lo dicho ya no hay ni trecho... Y es que dejar la interpretación de lo que pensamos en oídos del otro... me recuerda a Rantés en la primera escena del Hombre Mirando al Sudeste de Subiela, pensando en alto ante el psiquiatra... me impactó esa película, sí... sobretodo esa escena. Jugar a completar la oración o darle nuestro sentido a tus palabras es difícil, como jugar al dicciopinta –y no en braille- con un ciego... ¿Cualquier palabra es una palabra de más, todo lenguaje un error del lenguaje, que decían Cioran y Lautréamont?... ¿Qué pasará pues... con los hechos? ...las personas?... Pués al final acabas jugando al ahorcado CON ellas... Culpable es la palabra!... No juzguéis que decía aquel... Tenía más razón que un santo... Y así acabo, para más INRI... El Verbo se hizo carne y perdió la partida. Cruz y raya. Colgado y hundido. Crucificado por listo. Todo el mundo es bueno, todo es de buena fe, y te callas. Es más sencillo y da menos faena decir o pensar bien la verdad y de ella. No decirla aún más.. O como una vez, cuando estaba intentando por quinta vez aparcar, me gritó un tío saliendo de su coche brazos en alto... QUE NO ENTIENDO NADA! "Hombre mirando al sudeste surgió de un hombre que había en mi barrio y que se pasaba horas parado en la posición que luego imitó el personaje de la película,mirando hacia un punto que yo deduje era el sudeste. En realidad, luego supe que él miraba hacia la ventana de una mujer que amaba", Eliseo Subiela.
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