A i B se querían, siempre se querrán; se quieren... Profunda, definitiva, irremisiblemente... Pero no se quieren de “aquella manera”... Quizás alguna vez pueda haber pasado por alguna de sus dos cabecitas esa idea, pero ¡bah!, se dicen... Quizás algún sueño cruzado, alguna noche inquieta, les haya reunido en el mismo lecho, y la mañana les haya separado brusca, confusamente, y reencontrado como lo que son: los mejores amigos del mundo, los que se quieren y siempre se querrán, de otra manera, la habitual, con los ojos cerrados... muy pero que muuuuy cerrados... Para quererse de “aquella manera” tienen toooodos los demás se dicen a si mismos; aquellos con los que cada uno de ellos sueñan despiertos y suspiran, y cuchichean entre ellos, A y B... de aquella manera, como suponen que deben ser las cosas cuando son algo más de lo que ya tienen entre ellos... A y B. ¡Es facil!... Los otros siempre son más que uno, que aquel y aquella, que A i que B, son la absoluta, impoluta e inconcreta posibilidad perfecta donde no caben los malos momentos –pues para esos se tienen a ellos- ni la costumbre, por muy placentera que resulte. Un día se despertaron, y al lado de cada uno de ellos se encontraba la persona con la que habían soñado. Eran dos, transitivamente A y B, y una sola cama.
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