Ni por un inmenso astrónomo que superponga cuatro telescopios, se podrá llegar hasta esa incertidumbre que ostenta un color rojo en cada mejilla. Fríos y escaleras y otros aparatos son igualmente inútiles para alcanzar a las mujeres que tienen las manos cortadas a la altura de las muñecas. Las arterias seccionadas simulan presagios y la sangre que fluye arranca bruscamente su máscara de jovialidad. Yo odio a estas mujeres llenas del orgullo irresistible de estar muertas y para comenzar a dedicarme a la filosofía denominaré PASADO, PRESENTE y PORVENIR a tres personas sentadas en torno de una mesa en la que hay dos tazas, un vaso y un paquete de cigarrillos. Para ocultar la turbación que me produce este encuentro finjo ser circular, girando simplemente sobre uno de mis talones y cuando arrebatado por mi propio vértigo desesperaba de detenerme se abrió una puerta y entré en la inmortalidad, es decir, en una habitación negra, en la cual los hombres giraban velozmente sobre sus talones. ESTE, Adolfo (pseud. Aldo Pellegrini)- “Vidas circulares” in Qué, nº 1, nov. 1928 Me encontré con esto... Conocía a Pellegrini como ensayista, y por los prólogos de algunos de mis libros favoritos... Lautreamont, Artaud... AQUÍ Los Cantos de Maldoror, cuidado con ellos... ¡Que bien suena eso de guardar destino!... en cajitas de plata, llenas de deseos frustrados que flotan, poco probables, y pasados demasiado inconcretos.
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