Tratamos de “fijar” en cualquier cosa concreta demasiadas cosas imprecisas: Conocemos partes de cada cual, buscamos en múltiples objetos porciones de un todo que no conocemos, consideramos en función de lo que nos interesa, obtenemos de cada cosa solo lo poco que nos atrevemos a coger... Observamos con un ojo cerrado, pues una mera idea tan sólo tenemos, de aquello que creemos querer... Y nunca disfrutamos de nada por lo que es en si mismo, pues todo, ese conjunto inconcreto de anhelos y deseo, está en otro lugar. El resultado es siempre decepcionante pues nada puede ser otra cosa (y mucho menos todas) ni nadie la imagen que tenemos de cómo aquel o aquella deberían ser. Lo óptimo, nuestro mejor escenario posible no existe. Cada cosa y todas son, en parte y parcialmente, el reflejo de otras inexistentes, carentes de forma pero no de sentido, el nuestro: Queremos que todo sea a nuestra medida, y además no podemos tenerlo todo. Excepcionalmente nos vestimos de smoking, y asistimos extraños a una fiesta de disfraces.
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