Las cosas más importantes, las únicas que importan (en base a las cuales todas las demás adquieren sentido, relevancia e incluso alguna importancia, si queremos dársela) reclaman su lugar... y (toda) nuestra atención... Inesperadamente surgen siempre, y es bueno que así sea... Sin embargo éstas, las cosas más importantes (y ante las cuales todo resulta irrelevante o poco significativo) exigen de nosotros una manera de ser, ver y vivir las cosas; unas maneras que quizás descubrimos demasiado tarde, forzados por la situación, pues es nuestro deber ver-ser-vivir-las así. Ya no es una elección sinó un quehacer, y te dices... ¿Porqué no he escogido esto en otro momento?, ¿comportarme de esta manera?, ¿sentir (y decirlo) así?... ¿Porqué (cojones) somos (y hemos sido siempre) tan (ciegamente) imbéciles? De vez en cuando las nubes pasajeras se cansan de viajar, y no queda otro remedio que afrontarlas: estás en su lugar. Puedes plantearte todo eso desde una nueva prespectiva (punto cero, suma y sigue), aunque todo sea diferente (pues precisamente tu debas serlo). Planteartelo, pensarlo es fácil: de hecho así ha sido en veces pasadas, sin haber acontecido lo sucedido, en un pasado no demasiado lejano y aceptablemente prospero, despreocupado como un niño... Hacerlo realmente es tarea harto difícil (en la que estoy trabajando)... Me reconstruyo pues en función de ello (y os cuento). [¡Qué triste!, que sean las cosas quiénes exigan algo de ti, en lugar de hacerlo por uno mismo... de haberlo hecho antes (y de hacerlo –me prometo- siempre así)]
|