¡Siempreeeee!, antes “agudos” que graves, y ante todo... Afilados como cuchillas que aplatanados... Cierto que esta ligereza abruma y pesa, pero es el único bálsamo para aliviar este escozor, esta picazón, esta sin razón... Para observar las cosas en su justa medida, de lejos, de reojo, o guiñando complicemente uno de ellos, y a uno mismo... Puedes cortarte, pero a veces funciona: un buen (sino el único) remedio, ¡zasss!, ¡helio a las cosas!, para que los problemas se evaporen... ¡Chas!, desafectados, chascar los dedos y flotar sobre ellas, sin llegar a la banalidad, a resultar frívolos, a la total despreocupación... que nos hunda en la nada más absoluta. Deslizarse por el momento sin perder esa complicidad con uno mismo, y una cierta y desenfadada autoindiferencia... suave como un algodón de feria, leve como una falta (con ley de la ventaja)... y benévola como una madre: No seamos serios... ¡sigan jugando! Aquí estoy que mal me veo y cómo (y porqué aún) me río. (ACTUALIZACIÓN: Pichu me informa que el Helio, a temperatura ambiente congelaría mis problemas... añadir unas gotas de ginebra, martini... y agitar antes de usar)
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