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Y llegó el día en que toda persona tuvo su blog... Todo el mundo podía saber, y al momento, que había desayunado cualquiera, que estaba haciendo, como andaba de ánimos o con quién, se despertaba el otro; que ella, aquella, no andaba muy fina, él seguía sólo, o que ambos comían perdices... Ya no hacía falta compartir unas cervezas frías, salir a cenar, ¡un día es un día! con él con ella y con ambos; quedar en el bar de abajo pues eran vecinos, desplazarse a su pueblo, que te vinieran a ver o, como mínimo quedar a medio camino. Los, se leían todos, miraban sus fotos y videos, escuchaban, las canciones que esos días sonaban en sus reproductores... Todos sabían de todos, y la vida era cómoda, pública, de banda ancha y gratuita. Y alguien, ese día, hecho mano a un recurso en desuso: envío un mail, un simple “pío” a tal; tal cogió su abandonado móbil y respondió un “hola qué tal” a alguien. Alguien decidió llamarla y tal... Hablaron con monosílabos... y qué extrañas sonaban, sus propias voces... Quedaron para verse... No se reconocieron, entre silencios vieron que no se conocían. Que nadie se conocía, por mucho que supiesen todo de ellos, de todo el mundo.... Eso, sería un buen post, pues mañana sabrían, lo que hicieron juntos...  Pero los suyos fueron los primeros blogs que cerraron.. el día después al día, en que toda persona tuvo su blog. [No cenaron del todo mal, lo remojaron con un rioja y empezaron a saber del otro (en los postres)]
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