Agobiado ya de las vacaciones, el segundo día decido pasar a la acción… A una hora prudencial del día (o sea de noche) me voy al bar. Como no quiero quedarme sin mi aparcamiento alquilo una bicicleta. Paso de los chiringuitos y me voy al pueblo, a la tasca más escondida que encuentro, un bar genérico, bar “bar”… Tienen Xoriguer, qué bien, qué alegría... Me tomo 800 gintonics, hago un par de amigos con la nariz colorá y regreso haciendo eses y vociferando himnos republicanos…¡Cuidaoooooo!... Me pego un ostión y se jode la cadena… La cargo a hombros… Ella y yo... Solos… La luna… Estrellas… Un noche muy romántica… bum! balabum! balabum! El cuarto día cambio radicalmente de planes: quiero aprovechar para releer las obras completas de Bataille, Dostoievski i Cioran, revisitar la filmografía de Egoyam, Kaurismaki y Romher, incluso escribir alguna que otra novela, una colección de relatos cortos y un ensayo también, y un guión ya puestos… Me duermo en la playa con El Jueves en la cabeza. Cinco horas después regreso a casa como un pincho moruno y duermo estirado a la plancha como un san cristo. La décima vez ya en media hora que tengo el mismo dejá-vu con una neumática sueca paseando en (tanga y) bicicleta. En cambio el camarero aún no se ha dignado ni a aparecer... Esto no puede seguir así… Habrá que establecer algún tipo de contacto con alguna hembra… Le pido a la camarera otro porrón de cerveza y me doy por satisfecho. Mañana muy probablemente será otro día.
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