Todo el mundo tiene gusto, en concreto el suyo... ¿Seguro?... Pues no es lo mismo no tener gusto que tener buen o mal gusto (que aún es algo). Para tener gusto y poder gustar, o disgustar bien, hay que poseer además de criterio cierto sentido común, pero también mucho de particular. Y cuanto más particular más disgustarás a los demás, por mucho que disfrutes y a gusto te sientas contigo mismo (qué remedio). Pues ser excentrico es inutil si no tienes la suficiente locura o dinero para permitírtelo (y en su defecto devienes ridículo); tener personalidad absurdo, cuando lo excepcional es lo extraño, aquel que no es como nosotros pero nos divierte o entretiene; la diferencia es lo raro e implica ser apartado, por muy “tú” que seas... Casi mejor (a efectos prácticos) ser otro, que decía Rimbaud, pero en otro sentido muy diferente... Soy como todos u otro más, en lugar de yo soy otro (o al menos yo, casi nada...). Gustar a los demás a cualquier precio parece ser una obsesión de nuestros días. Sin embargo tener gusto resulta totalmente innecesario y prescindible para conseguirlo: es suficiente con disponer de los “templates” adecuados, asesor de imagen y un buen fondo de armario, o lameculos en su defecto... Opinar lo que más viste, vestir lo que todos piensan y pensar, “lo que se lleva”... Pensar lo que los otros piensan que todos creen que opinan los demás, como todo el mundo que son más que tu y además gente, mucha gente... Decía Sade que nada positivo dice del aroma de una rosa la opinión general en ese sentido. Y la verdad, particular, singularmente y lo que es a mi, me asfixian los olores de flores, naturalezas y (demás) verduras en general.
|