Hablando con M... Cuanto más grande, perdón, mayor se hace uno, más complicado resulta encontrar pareja estable... cosa que a mi entender resulta paradójica, pues si a la vez más sencillo, más simple lo ves todo, y si además así lo dices y como tal te comportas... La única explicación que encuentro para todo esto es que a la par que tienes las ideas más claras –para bien o para mal-, también te da más pereza todo: volver a empezar, a gustar, a compartir... y porqué no, otra vez a sufrir... Somos más cobardes quizás, en definitiva, por muy adultos resabiados que seamos... Decepciones, desencantos, malas experiencias (sí M., la experiencia no es -ni mucho menos siempre- un grado positivo)... En ocasiones desitimos de buscar pareja estable y diversificamos en varias todas aquellas cosas que desearíamos reunir y encontrar en una sola persona, “El Compañero Aceptable, S.L.”, como si de una inversión en bolsa se tratara, con tal de no ponernos “en juego” ni arriesgarnos a perder lo poco que tengamos... Reducir riesgos en definitiva; a caída de un valor, menor perdida: copamos dicha necesidad alterando la composición de la cartera, ¡pero qué listos somos coño!... ¡Así no vamos a ganar nunca nada!... Pero tu pisillo, el perro y tu puto párking que nadie te los toque, estabilidad ante todo... ¡cobardes burgueses de mierda! Sabes de entrada lo que quieres, te hallas vuelto más o menos exigente; y unas tetas, una cuenta corriente o un buen culo no te harán cambiar de criterio. Pides menos, no en lo que respecta a calidad –a veces es todo lo contrario y quizás por ello el problema- sino en cuanto a aquellas cosas que realmente te importan, muy pocas, pero básicas e irrenunciables. Quizás me equivoco completamente y son esas cosas básicas e irrenunciables precisamente las que hemos olvidado, las que exigimos a los demás pero no encontramos. Nadie cumple: expectativas, anhelos, deseos... empezando por uno mismo consigo, para con los demás y en los otros... Crecer no es madurar, no nos hace más valientes, mejores ni más válidos; hacerse mayor todavía no es ningún delito, pero casi: y la condena es la soledad.
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