La ingesta Fuego a tierra y una vez bien torraditos, semi-incinerados los calçots a la parrilla (“graella”), mantendremos su temperatura envolviendolos con el diario “Avui”; procederemos al toque de fagina de los comensales y a la deglución colectiva: la calçotada llega a su álgido momento y la emoción (el vermut, el porrón y el vino) nos embarga... Agarraremos firmememente al calçot por su parte verde con una mano; con la otra y por el otro extremo (sólo tiene dos con lo cual no tiene perdida) estiraremos fuertemente de él... Comprobaremos hechizados, ¡o-tia!, como el vegetal se desliza, fshhhh!, dejando al aire libre todo su tieeerno esplendor.... ¡Osana!, ¡Virulai!, fuera romanticismos: La parte quemada a la basura irá, la blanca deberá sumergirse -sin llegar a los dedos- en la salsa A.1 o A.2 (en plato o en vaso), e introducirse –sugerente, verticalmente y hacia abajo- cual esparrago en la boca (preferiblemente la nuestra); en pie (y con un babero a juego) para dar mayor solemnidad al evento (que no comodidad, a no ser que el calçot supere el medio metro de largo)... Masticar y tragar, hasta el más tonto cuando hay hambre sabe hacerlo. La digestión Un partidillo, la tertulia, carajillos de terry y anís, postres... Porros los fumetas y Miquel también que un día es un día... Un dominó, el tute o una “botifarra”... Fotos de rigor... Cualquier actividad, ¡burp!, que nos haga regurgitar no vendrá mal, pues la hora de la merienda se acerca y sitio habrá que hacerle. Salut y hasta la próxima!!
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