Otros en cambio buscan engancharse a cualquier cosa, por ridícula que sea (es más: suelen serlo) siempre y cuando tenga apariencia de novedad... reemplazar rutinas en definitiva, lo mismo de siempre, pero sintiéndose modernos (sin interrupción, que decía Baudelaire), sobretodo cara a los demás (que no es lo que quería decir Baudelaire, o el placer de disgustar)... Miles, millones de personas sintiéndose únicos, no es ninguna novedad, ¡qué te voy a contar! La necesidad de distinguirse sintiéndonos únicos tal vez sea el único, el último sentimiento religioso... que compartimos. Ser todos diferentes, pero unos más parecidos que otros. [ Demasiados (los) parecidos ] La modernidad, sobretodo la estética, es de lo más vulgar. Si es que hay en el fondo algo más que estética, y el aspecto superficial -aparentemente profundo y afectado- es síntoma de que no hay nada... ni en el fondo. En el caso de “un alguien” suele ser como los demás. Pues no vamos a ser nosotros los afortunados que encontremos a alguien diferente... si ni tan siquiera nosotros lo somos. [ Parece como si el sentido de la vida moderna fuese encontrar el amor en pareja y no: simplemente no tiene ningún sentido... y eso, menos... al menos si pretendes dar sentido a tu vida con ello con ella con él ] No quiero a nadie especial. Sino que lo sea para mi. A alguien diferente, sino que quiera ser, especialmente y dedicado... con afecto. Sin embargo sería bonito estar con alguien, bien, sencillo, suave. Ni que no fuésemos mucha cosa (juntos). Tampoco hace falta ser demasiado, para ser algo bueno, incluso acompañados. Y que de no ser así no pase absolutamente nada ni diferente a estar aceptablemente bien, haciendo siempre lo que quieres; sin ser esclavo de nada ni de nadie. En el país de Nunca Jamás. [ Aunque acabe hablando conmigo mismo, ¿sabes? ]
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