I. Le comento, a la hora del cafè, no sin cierta vergüenza a mi compañera de trabajo que temo, debo tener alguna lesión neurológica... algo cerebral... los nervios serán, lo que se dice.. cuando no se sabe qué decir (o es... la primavera que será, será). [ La camarera hermosa, engreída y con mala leche nos perpetra sendos cortados, que saben la mitad de amargos que ella ] Emmm... que no recuerdo cosas muy, muy... ¿sabes?... demasiado concretas y reiteradas como para tratarse de un mero despiste, que cantamañanas lo es uno un rato largo, ya sé... Y tampoco se tratan de simples actos fallidos... ¡El coche!... Cada vez que aparco memorizo... visualizo y hago el esfuerzo por fijarlo... en el disco duro: ahí está... Lo veo... Lo sé... ¡Ahí!... Después, al acabar lo que sea, de trabajar, de casa, compras, salir, en fin... Vacío en la memoria... Y en vano recordar. Anotaba en la nevera el lugar dónde lo dejaba... Con un plano de cercanías dibujado a mano sostenido por un iman de telepizza, recortado con la forma de mi Daewoo en el lugar dónde estaba aparcado... O en la mano, mi Ipod, Palm personal... Pero no resultaba la cosa: a menudo olvidaba anotarlo, borrar la anotación anterior, con lo cual iba a buscarlo a un lugar equivocado... y en lugar de perder horas buscándolo llamaba directamente a la urbana denunciado el robo de mi vehículo.. que luego resultaba estar aparcado delante mismo de mi portal... [ Sería por eso que no lo anoté... y cuéntaselo al policia que te mira con cara de loco ] Es una anécdota me dice... ¡Bah!.. Pero no, oye... Luego fueron las chaquetas... jerseys... el móbil, la cámara... personas y hasta los guantes... En fin... que muy normal no es, y uno se empieza a dar miedo y a volverse más inseguro (si cabe, y siempre cabe más)... de todo, incluso lo que acabas de hacer, un segundo inmediatamente después... ¿después de qué? ¿si quizás no lo he hecho?... Sales dos veces de casa, pones el tiquet del parquimetro de nuevo, te tomas cuatro antibióticos seguidos, etcétera. [ O haz cosas normales y que las entienda todo el mundo, ¡carajo! ] Le quitamos hierro al asunto... Llega la hora de “plegar”... Bajo.. Salgo... Por la puerta... Principal... Y no recuerdo dónde aparqué... De hecho, aunque no haya cambiado de trabajo no me hallo, estoy dónde “salgo” habitualmente de trabajar... Porque yo no trabajo en el gobierno militar (ni loco)... En mala hora se me acude regresar y volver a salir, intentando así hacerlo esta vez de dónde habitualmente lo hago, salir... y esperando recordar mejor así, dónde dejé el puto puto coche... Pero una vez he entrado de nuevo al lugar del cual no salí, no hay manera de encontrar la salida... Porque, ¿qué esperaba?, el sitio es, efectivamente, el gobierno militar. Pasillos y más pasillos, pero que en realidad son las escaleras traseras de mi antiguo instituto... Subo y bajo y vuelvo a subir, pues por mucho que suba o baje no hay numeración ni fin, en ningún, y en todos los sentidos... No recuerdo a qué curso pertenecerá ésta planta pero me dirijo, ahora en horizontal hacía allí... dónde sea pero horizontal, harto de subir y bajar. Interrumpo clases de compañeros de pupitre, envejecidos y enclenques, tristes como un domingo infinito... revisiones médicas de ex-amantes con material ginecológico para mujeres mutantes, autopsias de personas conocidas que me hablan, entierros a los que he asistido pero en los que no sé quién es el muerto... ¡Horizontal!... Sigo horizontal y hacia delante, pero ahora rápidamente. Consigo salir de ahí a base de seguir... horizontal... veloz... y de cerrar bien los ojos... Al abrilos me encuentro delante de mi coche. A la salida de mi trabajo. Aparcado, y ¡ahora recuerdo!, precisamente donde lo dejé. Y esto es lo que más me extraña e inquieta, hace que mi estómago flote, com en el punto de inflexión de una montaña rusa, y desee abrir los ojos. Finalmente lo consigo y... II. Estoy en mi cama. Con los ojos abiertos. Sudando.... Fumo, desayuno, me levanto –por ese orden-, corro, encuentro el coche a la primera, voy al trabajo, trabajo, hago el café y le explico el sueño a mi compañera de trabajo. [ La camarera cada día más guapa y más chula, y la misma mala leche no perpetra sendos cortados, que saben la mitad de amargos que su corazón de vinagre ya a los ventipocos. Me arroja el cambio y le doy las gracias ] Volvemos al trabajo. Trabajo, fumo, trabajo, fumo. Y salgo. Cojo la bicicleta de dónde la dejé, y regreso chino chano por el carril bici. EPÍLOGO Como en una serie de muñecas rusas, vuelvo a despertarme por quinta vez, inseguro, con una sensación de irrealidad que me estremece. Que no consigo quitarme de encima, incapaz de discernir con claridad durante una inquietante y eterna media hora. [ Me pellizco incluso ] Sin embargo no creo que las horas de sueño trabajadas cuenten como paga extra a fin de mes, en una nómina, tan insignificante, escueta y ridícula como ahora mismo me siento, explicando esto... [ Mañana será jueves... Hoy ya de hecho... Desayunaré con mi gran jefa, la camarera será menos antipática y hasta llegará a sonreir... me. Y dale un café a un tonto ]
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