Si a causa de un acontecimiento puntual obtenemos posteriormente un beneficio, provecho o alegría, estamos adjudicando una responsabilidad o mérito al primero que quizás no merece, fuere oficio o beneficio... La genealogía causas-efectos no es el plato del día... absurdo quizás, en vano seguro... Nosotros mismos –a modo de ejemplo (y para no ir más lejos que me canso y sudo)- resultamos en ocasiones culpables de nuestras más bellas y nobles acciones si (conociéramos y) recordásemos (y reconociésemos) los oscuros motivos que nos motivaron a llevarlas a cabo... ¡Qué no sucederá pues con las cosas! Siempre podemos engañarnos y buscar intenciones “a posteriori” en vista de su resultado, tanto para justificar lo indecible como para hacernos meritorios de algo encomiable... incluso para un mismo hecho (en si). [según como resulte decide lo que pretendías entonces (y déjate en buen lugar ahora)...] Eso sería absolver o condenar a las cosas y a su tiempo en función de cada momento, y en esta ocasión no vale la redundancia: No resultamos ser jueces imparciales dado que siempre absolemos al presente, considerándolo a la vez el destino y el origen, la víctima y el asesino tanto de hechos pasados como futuros, parte y juez... Y las cosas siempre resultan indemnes. Y eso no es justo.
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