Vacío todos mis bolsillos (en realidad, restos de algunas noches) y los meto en un chivato. Se lo doy discretamente a quien creo más bien pueda sentarle y sobretodo, más ilusión pueda hacerle. Eso. Algo. (El ordenador se apaga solo por tercera vez antes de llegar al final de esta linea. Debo escribir rápido y mejor.) Me despido de ellos. De alguien que pueda ser todos. Me excuso con la cena, por marcharme. Siempre me quedo después de todos y de todo. La verdad es que tampoco me siento demasiado bien, para nada bien. Me he dejado la bufanda y debo regesar. Uno me la coloca con cariño incluso y me dice hasta ahora además. Y me vuelvo a ir. Sorbo los mocos camino del coche. Tienen gusto amargo y escupo. Mucho frío, y me sigue un gato. Chuto una caja y se larga. Subo al coche y enciendo la calefacción y la música. Me tapo los oidos, los destapo. Vuelvo a taparlos. Me duelen. Semáforo en verde. Semáforo en rojo, y un coche a cada lado. Yo la tengo. Me da vergüenza que me miren y rabia que escuchen, y sigo rápido y de ahí a casa me los salto todos por si acaso. Aparco al lado de casa: Inaudito, definitivamente soy un tipo con suerte. El ascensor me espera en la planta baja. Lo que yo me decía. Abro y voy a la nevera. Cojo una botella de agua, litro y medio. Enciendo el pecé, mis documentos, sin comentarios. No, no deseo hacer copia coño ábrete ya joder. Escribo cualquier tontería. Lo intento, porqué el puto pecé se apaga a cada momento, cada cinco minutos. Suena el móbil, un gato de melodía. Parece un niño muriendo, una agonía que no lo encuentro. Mañana la cambio. Silencio el volumen y digo yo qué sé, y lo apago. 3.13. Guardar, y me meto en la cama. Sólo eso. Tan solo.
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