Llevo meses también frecuentando casas de salud. Su olor a fracaso, medicamento y esperanza, sus azules esperas, frías baldosas y temores negros. Su inhumanidad, siempre a punto del paro cardíaco, la mala noticia y el buen doctor; demasiado humana, estremecedora, en todo su terrorífico esplendor. La fuerza y la soledad, el cariño y el miedo, asfixiantes, angustiosos. Otro cigarro, a escondidas. Engullir en el bar, mirando la hora, el plato, a nadie. Otro café. Dos palabras. Ascensor. Miedo al dolor, mas ajeno que propio, de alguien que quieres y se deshace. De alguien más fuerte que tu, estirado en una cama, cableado, entubado, defectuoso, averiado. Daría todo por estar en su lugar. Contemplarme sin lástima y hacerme sonreir, ni que fuere de lado. Beber saliva y dar la esperanza y normalidad que no tendría para mi, la situación o el pronóstico. Crecer es hacerse pequeño, más y más; más insignificante, más consciente. Con o sin miedo, ironía, hipotecas o compañía, eso ya depende de cada uno. Siempre crecer. A lo hondo. Ancho por dentro, transparente por fuera. Ilusión, alegría, aún todo es intentarlo. Y reir... Aún más, todavía si cabe... Aún más! Y un beso bien grande!
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