Perdonar (y no olvidar) que alguien te ha producido un daño –decía La Rochefoucauld- te garantiza su doble rencor: por tu benevolencia, además de por tu buena memoria. Olvidar (y no perdonar) en cambio, te asegura una nueva decepción cuando no un doble agravio: por tu condena ajena, y por tu capacidad de olvido... o (que te empujen a) tropezar 87 veces con la misma piedra. Como siempre, prefiero la decepción propia al rencor ajeno.... para jueces los de linea... y lo pasado, pasado está, fuera como fuera (de juego).
|