Recuerdo que una vez quise algo... No me preguntes el qué, con el nombre del pecador y del pecado resulta más que suficiente... Ojalá “realmente” nunca hubiese querido nada... Un inconsciente desliz en tu falta de deseo y ya nunca más vuelves a ser el mismo; para bien o para mal, sobre eso no estoy seguro... ¿Porqué es tan difícil algo tan simple como querer lo que tienes, sea lo que venga, si no tienes lo quieres?... Aceptar lo que sea, todo, cuando te han negado algo es la única actitud posible, frente a uno y con los demás... Pero difícil... Te creas una poderosa armadura, más que contra lo que pueda venir, para con uno mismo... Cerradura y llave, de aquí no saldrá nada más, ni bueno ni malo... Toc! Toc!, ¿hay alguien? ¿No tienes lo que quieres? ¿No estás donde te gustaría? ¿No has conseguido lo que pretendías?... ¡Abandónalo todo pues!, empezando por ti mismo... Lugares, momentos, personas... Todo está en otro lugar... Continúa pues en el mismo sitio, y a verlas venir, pasar o quedarse. Ya no depende, nada ni nadie de ti. ¡Cling!... 50 céntimos más en el platillo, y tienes suficiente por hoy. Bajas del pedestal y recoges la recaudación..., poco, nada casi. Te lavas la cara, dejas de hacer el mimo, y con la música a otra parte. (Pero tu sigue ahí, en tu preciosa lata de sardinas y adobada en aceite, que yo me tragué el abrelatas en mi última actuación, y estoy cansado de hacer el payaso)
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